Oniristlán

Oniriztlán, el subconsciente decolonial

 

Me levanté inspirada, sabiendo que la intuición será siempre mi mejor consejera. Tal inspiración me vino de una garuba, que es la forma de decir “sueño revelador” en Oniriztlán.

Mi prima Salia fue quien me introdujo a Oniriztlán. Ella es de Sonora y va seguido a Eslovaquia, pues de allá es la tía Gernina, una de sus mamás. Salia, como todas las Curvitain, hunde sus raíces en estos dos mágicos espacios: el principal, Sonora, la sagrada tierra del Sapito [1] y de la Zona del silencio, lugar abundante en abuelitas [2] de videncia y sanación; y Eslovaquia, uno de los refugios terrenales del Arcol Verde, como las propias hadas, sus custodias, llaman al exquisito brebaje místico que aquí se conoce como absenta, y que motivó a las Curvitain a echar raíces en aquel lado del charco.

Hadas custodiando un frasco de Arcol Verde

Como buena promotora de lo surreal, Salia me impulsó a quitarme el velo de la cultura en la justa medida para abrir mi conciencia a Oniriztlán, la tierra de lo intangible que habitamos al dormir. Podríamos decir que Oniriztlán es subconsciente y decolonial. Y aunque digo “subconsciente” ahí no operan los códigos del psicoanálisis, esas absurdas banderitas freudianas con que el patriarcado ingenuamente intentó colonizar el infinito de la no-vigilia e, incluso (¡vaya osadía!), explicárnoslo con peroratas sobre el pene. Si en algo tal cosa incidió en la humanidad, eso es ajeno a Oniriztlán, en donde transitan, más bien, elementos que limpian al alma del influjo patriarcal que nos envuelve en cada vigilia.

Ahora bien, si Oniriztlán es decolonial, no es sólo por ser ajeno a las lógicas de la opresión, sino por mostrarnos caminos para la liberación consciente, es decir, para evitar, y en todo caso salir de, las jaulas a las que solemos entrar tan pronto inicia el día: jaulas cuidadosamente construidas, mantenidas y reforzadas para nosotras desde que somos muy niñas.

De ahí la importancia de volvernos habitantes conscientes de Oniriztlán, pues ello nos permite gozar más plenamente de sus frutos, al usarlos a favor durante la vigilia. No es que la vigilia sea patriarcal, sino que está patriarcalizada, al menos para millones de humanas, y es en ello donde las garubas se vuelven nuestras mejores aliadas.

Las garubas son los frutos mágicos de Oniriztlán. Las conocemos como sueños y, en general, nos aligeran la vigilia y nos ayudan a despertar de la de tipo patriarcal. Las hay muy variadas, pero de eso hablaremos después. De momento, les voy a narrar la que me inspiró esa mañana:

Estoy en la escuela conservadora en la que cursé, becada, secundaria y prepa, sólo que se muestra más cruel de lo que la viví. Yo soy (como era en la realidad) una alumna sin lana, es decir, sin familia de lana y eso me coloca en una cierta marginalidad. Las y los estudiantes tienen dinámicas muy sexistas, estimuladas por la propia escuela, cosa que, por supuesto, pasaba y pasa en las escuelas en la vida real, pero aparece aquí mucho más marcado.

Es un día de paseo, al aire libre, y veo a unas chicas cantando y haciendo una coreografía como de porristas y en ese momento pienso “ésa no soy yo” y decido escapar. Un par de chicos, que parecen también desadaptados, me siguen para escapar también.

Vamos huyendo por unos acantilados de rocas inmensas, una zona muy peligrosa. Noto, para colmo, que no tengo zapatos adecuados. La sensación es de mucho peligro y dificultad, especialmente porque somos preparatorianes de ambiente fresa que, claramente, carecemos de preparación para exponernos a tanto peligro. Sin embargo, está claro también que estamos huyendo de algo aún más peligroso: el ambiente cruel, competitivo, sexista y adoctrinante de la escuela en donde, además, ya habían detectado maestres y alumnes que yo no encajaba, lo cual me hacía peligrar más.

Uno de los chicos avanza al lado mío por una roca en la que después no encuentra sostén, pero logra librar esa situación y regresar por donde venía para intentar por otra roca. Va detrás de mí. De cierta forma, yo guío. El otro chico decide agarrar ese mismo rumbo por el que el otro volvió. Llega, entonces, a ese punto sin sostén –yo me tenso muchísimo al sentirlo en peligro y no poder ayudarle- y nos avisa que se dejará caer, como confiando/esperando que la caída no sea severa y que luego pueda avanzar. Lo hace y yo me quedo rígida mientras confirmo, al escuchar cómo su cuerpo va rebotando con rocas, que sucedió lo peor: la caída no fue suave, fue fatal. Me queda claro que murió, con toda seguridad.

Yo decido seguir avanzando, con mucha cautela, consciente de la situación extremadamente peligrosa en la que estoy –no se ve salida fácil frente a mí o cómo seguir de esa roca inmensa en la que estoy sostenida-, pero segura de que voy a encontrar la forma de avanzar.

Me despierto.

Esta garuba es de hace algún tiempo. No anoté su fecha, pero recuerdo su llegada: fue durante una difícil situación laboral sobre la cual yo recién había tomado decisiones que consideré buenas, pero que también me hicieron sentir vulnerable. Estaba algo atormentada y empezaba a dudar de mi sabiduría en la elección de caminos.

Llegó esta bella garuba en el momento justo para decirme “Confía”. Si una la explora, dice muchas cosas más en muy diversos tonos, pero rescato aquí lo principal: Confía. Estás atendiendo a tu esencia, a lo que es bueno para ti y poniendo distancia con lo nocivo. Confía en eso, confía en ti. Estás segura, aunque, de momento, no veas la salida. Y aunque en situaciones similares veas que otres caen, tú encontrarás la forma de avanzar. Confía.

Abracé el mensaje y avancé. Llegué, entonces, sana y salva, a una situación luminosa, mucho mejor que aquélla en la que los miedos que el patriarcado inocula me aconsejaban permanecer, a fin de preservar una seguridad que me costaba demasiado en alegría. Aposté por mi alegría y la recuperé, junto con un montón de bienestar adicional, incluido el material.

Oniristlán

Puedo dar fe, entonces, de que una sale más sabia y fuerte de cada incursión consciente en Oniriztlán. Las invito, entonces, a volverse habitantes conscientes de este espacio cósmico que nos guía en la despatriarcalización de la vigilia y nos ayuda a hacer de nuestro tránsito humano una experiencia lúcida y gozosa.

¡Les deseo felices garubas cada noche y ojalá también puedan compartirlas con nosotras en este espacio creado para ello!

¡Por una vigilia libre de patriarcado!

 

Aquí les dejo un glosario de términos comunes en Oniriztlán:

Oniricus renitosis: la garuba repetitiva que te trae una y otra vez el mensaje que arrugas y tiras. Persiste hasta que le haces caso.

Ilosible: forma poco intuitiva de actuar, propia de la vigilia patriarcal.

Buinda: La lógica inasible del subconsciente decolonial.

Insibir: transitar de la vigilia a la no-vigilia.

Somnelia cefatolia: la sábana de sueño que trasluce algo de la realidad-vigilia al momento de insibir.

Las impacientes: elementos oníricos que se mezclan con la realidad–vigilia al momento de insibir.

Densa vigilia: una vigilia muy saturada de patriarcado.

Artoasis manetu: La técnica que permite despertar de una densa vigilia. Se aplica en vigilia y generalmente –no en exclusiva- con herramientas de la no-vigilia.

Moirantre: Alguien con maestría en la aplicación de la artoasis manetu.

 

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[1] No el de Belinda sino el sapo bufo alvarius que ilumina a las almas dispuestas.

[2] Las piedras de todo tipo: las seres más antiguas del planeta, con la sabiduría que eso implica; de ahí que las llamemos “abuelitas”.

About Bertha Zargón

Bertha Zargón
Feminista activista. Estudió leyes en la BUAP, una Maestría en Género en el Colmex y una especialidad en gobernanza global en el Instituto de Desarrollo Alemán, en Bonn. Tiene una amplia trayectoria profesional y como investigadora social en los campos de género y derechos humanos, particularmente en los temas de inclusión social, discriminación y violencia de género, así como derechos sexuales y reproductivos.

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