Fui seguidora del trabajo de Carmen Aristegui mucho tiempo, por lo que estoy familiarizada con el estilo íntegro que ha caracterizado a su periodismo durante años. De unos meses para acá, sin embargo, he encontrado un marcado sesgo machista en la manera en que aborda los sucesos relacionados con ciertas expresiones de la lucha feminista, que parecería estar intentando deslegitimar a través de la narrativa que elige para transmitirlos a la sociedad mexicana. Después de unos meses de analizarlo, además, descubrí que este sesgo está en consonancia con el discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador, ya bien conocido en redes como #ElCacasMisógino, debido a la misoginia que lo caracteriza, y que no ha reparado en exhibir a lo largo de su mandato.
La primera coincidencia que encontré entre los discursos de ambas figuras públicas tiene que ver con una persistencia en dividir a las feministas, en términos generales, en “buenas” y “malas”, en el contexto de las marchas a las que en los últimos meses hemos convocado las feministas contra la masacre feminicida que pervive y se recrudece en México desde hace más de tres décadas.
Las “malas”, como parecen sugerir ambos discursos, serían las feministas que han expresado su ira e indignación ante esta crisis humanitaria a través de pintas en monumentos y espacios públicos, rompiendo objetos y tiñendo de rojo (color sangre) las fuentes de la ciudad, entre otras manifestaciones que han escandalizado a las conciencias timoratas e ignorantes de nuestro país. Para estigmatizarlas, ambos personajes se han referido a estas luchadoras sociales como “violentas”, descalificando así el muy legítimo, muy justificado y muy civilizado (tomando en cuenta que a las mujeres nos están masacrando) modo que han elegido para manifestar su ira y su impotencia ante la violencia feminicida, que le arrebata, de maneras cada vez más sádicas y abiertas, la vida a miles de niñas y mujeres cada año en nuestro país.
Las “buenas”, en cambio, según sugieren ambos discursos, son las que eligieron el tipo de protesta (tan legítimo y respetable como el otro) que no deja tan mal parado al presidente, porque no lo obliga a amanecer al día siguiente borrando palabrotas como “México feminicida” y “AMLO violador” de lo que sí le importa: los monumentos, mismos que previo a la marcha del 8 de marzo mandó proteger con ostentosas vallas de acero en unos casos, y con plástico adherible en otros, en una grotesca caricatura que demuestra cómo privilegia los símbolos patriarcales por encima de las vidas de las mujeres, que, para él, son claramente desechables. Al mismo tiempo, ese día había ya largas hileras de policías esperando la llegada de las feministas para evitar, a punta de gas lacrimógeno, que nos acercáramos a sus monumentos. Este ostentoso despliegue con que el Gobierno de la Ciudad de México recibió a las mujeres el 8 de marzo transmite un mensaje contundente: todos los recursos con que cuenta el Estado, mismos que omite sistemáticamente utilizar para proteger las vidas de niñas y mujeres, y poner a los feminicidas en la cárcel, sí están disponibles para la protección de estatuas y edificios. No importa cuánto supliquen o exijan al presidente de la república mujeres como Yesenia Zamudio que los feminicidas de sus hijas sean llevados ante la justicia: el presidente sigue haciendo oídos sordos.
Después de la primera intervención feminista, el Presidente intentó (inútilmente) blanquear las pintas de los monumentos a toda costa, para evitar sacar al país de la simulación en que hasta ahora ha vivido, como quien intenta lavar la sangre de las asesinadas, al más puro estilo de “aquí no pasa nada”.
Así, la postura paralela en ambos discursos insiste en dirigirse con señalamientos y condenas, más o menos velados, a quienes consideran las feministas “malas” y con felicitaciones y loores a quienes consideran las “buenas”, y es evidente en el tono que desde hace ya varios meses supuran las notas del portal Aristeguinoticias.com. Breve muestra de ello es este texto del 17 de agosto de 2019 que al rebasar, por mucho, su presunto objetivo: informar, resulta ser un panfleto plagado de expresiones machistas que, por ejemplo, mientras ensalzan y victimizan la imagen de “los varones”, descalifican y criminalizan la protesta de las feministas, ¡incluso la protección que hacen “hacia las de su mismo sexo”!:
“[…] ‘Mi cuerpo es mío, yo decido, tengo autonomía, yo soy mía’, son algunas de las consignas que se escuchaban en la marcha de las mujeres, que contrario a su comportamiento con los hombres protegían a las de su mismo género”. (sic)
En contraste, ese mismo artículo, al referirse a la brutalidad policiaca, alude a ella como “presunta”, utilizando un énfasis en negritas para destacar la postura que, a todas luces, subyace en ese portal noticioso, también estigmatizante del sector separatista del movimiento:
“La concentración denominada ‘No me cuidan, me violan’, que tuvo como propósito exigir justicia por los casos de presunto abuso cometidos por policías, derivó en agresiones, particularmente hacia hombres, y daños a los sistemas de transporte público. Con el argumento de ser un movimiento ‘separatista’, desde su concentración, las manifestantes limitaron la participación de las personas del género masculino salvo a los extremos o al final del contingente, lo que generó que las mujeres más radicales gritaran, aventaran diamantina a sus rostros y en algunos casos agredieran físicamente a los varones”. (negritas de aristeguinoticias.com)
En otras palabras, mientras en México a las mujeres nos están masacrando, a Aristegui lo que le indigna, lo que le es imperioso acusar, son los momentos en que las feministas arrojamos brillantina a hombres durante nuestras protestas. No recuerdo haberla leído expresarse con tal indignación, persistencia y tono de condena en referencia a los feminicidios… En ese mismo tono se refirió a una feminista a la que entrevistó durante la transmisión en vivo que hizo de la marcha del 8 de marzo (de la cual puso a cargo a un hombre), a quien aludió como “encapuchada”, y a ella y a sus compañeras como “chicas que han manifestado su expresión radical con actos de violencia”. En otro punto de la transmisión, en contraste, se ve a Carmen aproximándose a otras manifestantes (de las que, implícitamente, considera “buenas”) en un tono enfáticamente cordial, cálida y dicharachera, estableciendo incluso contacto físico con ellas y, muy en especial, haciendo apología de mujeres, al parecer de una élite de renombre, que decidieron asistir a la marcha, a quienes se refiere como “mujeres fantásticas”, a quienes encumbró así: “Andrea Medina, una extraordinaria abogada, Elisa Carrillo, bailarina de talla mundial, decidió marchar, escritoras, gente del arte, abogadas…”, y a quienes parecía estar validando por encima de las “encapuchadas”, parte capital y permanente del movimiento social gracias al cual se convocó a la marcha: el movimiento feminista en México. (A la bailarina que menciona incluso le dedicó un titular en exclusiva).
Los señalamientos en tono despectivo hacia las feministas que ella considera “malas”, en cambio, continuaron así después de entrevistar a “la encapuchada”:
“…pero hay quienes, como esta jovencita, que no le preguntamos su nombre porque ella misma venía reservando su identidad con un pasamontañas, pues ya la escuchó usted en sus términos, una jovencita que esta aquí manifestándose de la forma en que aquí lo escuchamos en vivo y pues, digamos que en el panorama múltiple, en el abanico de posturas, de opiniones, de interpretación de lo que significa marchar un 8 de marzo pues se escuchan voces como ésta, ¿no? Estas jóvenes que estaban acá, no sé si eran las que tenían alguna acción directa en donde se intentó romper algunos ventanales, se han hecho pintas, en fin…” (sic) concluyó. (cursivas mías)
“…y la mayoría, hay que decirlo, nos está tocando verlo de forma directa…” insistía una y otra vez Carmen en tono admonitorio, de superioridad moral… “la mayoría ha dicho no a la violencia”.
¿A qué “mayoría” se referiría Carmen? ¿Habrá llevado a cabo un censo entre las decenas de miles de mujeres que asistimos a la marcha? ¿Habrá hecho un cálculo de las posturas de todas las asistentes, para asegurar que “la mayoría” habíamos dicho “no” a lo que ella se refiere como “violencia”? ¿Habrá tenido oportunidad de observar a los grupos de feministas que protegíamos a “las encapuchadas” mientras ellas echaban abajo las vallas de la ignominia, para que no las alcanzara la violencia policíaca?
Lo veo poco probable. Lo cierto es que, en efecto, la totalidad de las mujeres que estábamos ahí acudimos para decir NO a la violencia, pero a la violencia feminicida, y a la violencia de Estado, personificada en ese momento por los cuerpos policiacos, a cuya violencia, curiosamente, Carmen no hizo ninguna alusión en tono condenatorio durante la transmisión.
Aunado a esto, tanto el discurso de #CacasMisógino (siempre subido en el patético patín del compló) como el de Aristegui pretendían adjudicar las acciones de protesta de las feministas a personas ajenas al movimiento que, presuntamente, tendrían intenciones distintas a expresar la ira en contra de la violencia feminicida, la impunidad reinante y el papel cómplice del Estado en México.
Veamos las coincidencias entre ambos discursos:
#CacasMisógino: “Es un movimiento de mujeres que legítimamente luchan por sus derechos y en contra de la violencia, en contra de los feminicidios, pero hay otra vertiente de quienes están en contra nuestra y lo que quieren es que fracase el gobierno, y sobre todo que no pueda consumarse la cuarta transformación de la vida publica del país: es el conservadurismo disfrazado de feminismo o de lo que resulte…”.
Carmen Aristegui: “Lo del 8 y 9 ha sido una expresión muy importante, y sí, desde luego, también hay situaciones de ruptura, violencia, que uno se pregunta de dónde viene y exactamente a qué responde…”. (sic)
Y en consonancia con el estribillo de Aristegui previamente mencionado: “…y la mayoría, hay que decirlo, nos está tocando verlo de forma directa…la mayoría ha dicho no a la violencia”, está el siguiente párrafo, tomado de aristeguinoticias.com, que visibiliza claramente las coincidencias entre el discurso de Carmen y el partido en el poder :
“El Gobierno de la Ciudad de México expresó su respeto a “la mayoría” que se manifestó de manera pacífica este viernes, para quienes las puertas “están siempre abiertas para el diálogo franco”. Aclaró sin embargo que “no se puede justificar la violencia de unas y unos cuantos que solo empañan la defensa de los derechos de las mujeres. La violencia no se combate con violencia”.
Sin embargo, en un momento Carmen decidió ir todavía un paso más allá, al adjudicar, sorpresivamente y sin fundamento, a las feministas a las que ella se refiere como “encapuchadas”, la retirada de muchas marchistas antes de llegar al zócalo, calificando sus actos de protesta como “vandalismo”:
“Algunas mujeres desisten de llegar hasta el Zócalo por vandalismo; en Palacio, encapuchadas lanzan bombas”, reza el encabezado de esta nota. Y la nota al pie del video señala lo siguiente:
“Durante la marcha de este domingo, un pequeño grupo de mujeres embozadas aventó bombas molotov a las puertas de Palacio Nacional tras la marcha por el Día Internacional de la Mujer. Durante la transmisión de Aristegui Noticias, algunas féminas indicaron que desistieron de participar en la manifestación debido a este tipo de actos que comenzaron a registrarse desde el comienzo de la protesta”. (sic)
¿En serio? ¿Y cuáles son esas “féminas”, Carmen? Porque yo recorrí los 2:48:42 de transmisión y no escuché a UNA SOLA de ellas decir que había desistido de “participar en la manifestación” debido a las acciones de protesta feminista. Más aún: en un punto Carmen entrevistó a un grupo de marchistas, cuestionándolas de este modo:
“Veníamos caminando y nos encontramos con ustedes, y ustedes son mujeres que han decidido marchar pero, aquí lo importante es que nos están contando que desistieron, desistieron, de llegar al zócalo capitalino pues porque en uno de los puntos hubo violencia, hubo una circunstancia que las hizo desistir de llegar hasta el zócalo, y bueno, éste es un elemento que hay que registrar, porque los momentos y eventos de violencia que se han registrado a lo largo de los trayectos, bueno, no queda muy claro o suficientemente claro de dónde provienen. Habrá quien tenga una expresión radical feminista que quiera manifestarse de esa manera con la idea de romper un patriarcado, de romper una estructura, de romper lo que es el orden establecido y hay, digamos, una explicación de esa naturaleza, pero no queda claro también si de pronto aquí hay quien pretenda inhibir la llegada de las mujeres al zócalo de la ciudad de México. Ustedes por lo pronto decidieron ya no llegar…”
En respuesta a lo cual Ana, la “fémina” a la que Carmen entrevista a partir del minuto 2:27:26 de la transmisión, la corrige en cadena nacional, explicándole que a ella no le parece adecuado el uso del término “violencia” en lo que respecta a las manifestantes y dejándole claro, en su lugar, que ella y sus amigas no llegaron al zócalo por miedo a las agresiones de los granaderos y a consecuencia de lo que nombró como “el miedo que ya tenemos”. Lo dijo así:
“Estamos cansadas de vivir con miedo. Y eso es justo lo que ahorita pasó en la marcha: Yo no lo llamaría tanto que hubo violencia, sino que éramos tantas personas y de repente una sola persona empieza a correr, las demás corremos, porque también es un poco el reflejo del miedo que ya tenemos, ¿no? Y las cosas que salen en las noticias también sobre las marchas y los granaderos, y tener la presencia de los granaderos también ahí pues impone, porque al final nosotras no somos personas que luchan, somos mujeres pidiendo nuestros derechos, entonces, pues tener granaderos ahí también, pues impacta un poquito. Literal nos pasó, una corrió porque decidió correr y de repente todas empezamos a correr en estampida pero porque ya no sabes lo que está pasando adelante ¿no? Si hay unos granaderos empujando, si hay grupos de choque haciendo algo que nada más nosotras las mujeres vamos con pancartas y gritando para que se nos escuche”. (sic)
Así, en ningún momento de la grabación se escucha decir a una, mucho menos a varias manifestantes, haber desistido de llegar al zócalo debido al “vandalismo” de otras manifestantes. ¿Por qué, entonces, Aristegui lo asevera así? ¿qué interés subyace a esta evidente distorsión de los hechos? La respuesta sólo ella la conoce, pero lo delicado del hecho no deja de inquietarme. ¿Conoce Carmen Aristegui la encarnizada violencia feminicida que se ejerce todos los días contra las activistas feministas? ¿Está consciente del modo en que, a través del tono misógino y estigmatizante de sus notas, está haciendo promoción de la violencia feminicida? Imposible saberlo. Pero muchas de nosotras, como luchadoras sociales, estamos conscientes de que algo tan aparentemente inofensivo como que Carmen Aristegui implique en su discurso esta división entre feministas “buenas” y “malas”, y señale de vándalas, delincuentes y violentas a las que ella distingue implícitamente como “malas”, azuza de maneras incalculables la llama feminicida en contra de este sector feminista. Para muestra un botón. Veamos algunos de los comentarios que diversos hombres y algunas mujeres hicieron en el chat en vivo y al pie del video de la transmisión que hizo Carmen de la marcha:
Quizás no esté de más destacar que nada hay de respeto al movimiento, ni de consideración al dolor de las familias de las víctimas, en el hecho de que el presidente haya decidido hasta ahora no desatar (como lo solicitan, enardecidos, estos misóginos, a la sombra del video de Aristegui) la brutalidad policíaca contra las feministas: a estas alturas es evidente que su grupo de asesorxs está muy consciente de las altas consecuencias que eso acarrearía a nivel político, estando como están los ojos del mundo puestos en la lucha feminista.
Más allá de eso, lo cierto es que ni siquiera en medios tan misóginos como lo era el diario Milenio, que se ha tomado el trabajo de incorporar la perspectiva de género a sus notas, he encontrado ya el abierto sesgo machista que supuran las notas de Aristegui.
En contraste con este tipo de periodismo, hubo reporteras como María José Cadena que, haciendo eco de lo que ya le había dejado claro Ana a Aristegui, corroboraron que muchas mujeres desistieron de llegar al zócalo debido a la violencia policiaca:
Reporta @MariaJoseCadena que más de la mitad del contingente de la marcha #8M no pudo llegar al Zócalo debido a los gases lacrimógenos que soltó la policía y que provocó la dispersión de la marcha. pic.twitter.com/CfoJxoEMnR
— DDC+ (@DDConfianza) March 8, 2020
“Mucha gente, (yo) incluida, salimos corriendo despavoridas de la Alameda central de la ciudad de México porque comenzaron a lanzar gases lacrimógenos. Desde que ya se venía la marcha empezaron a reportar que había cierto uso de la fuerza por parte de la policía de la ciudad de México y la realidad es que tronaron la marcha, de alguna forma. Más del 60% del contingente ni siquiera pudo llegar al zócalo capitalino […] por ese tipo de acciones que nada más te dejan enseñar el Estado autoritario en el cual vivimos y cómo el Estado mexicano se siente tan intimidado por este desafío que representa el movimiento feminista en México, que hace hasta lo imposible para que los millones de mujeres que estamos tan cansadas y los cientos de miles que salieron a marchar hoy no llegaran al pie de Palacio Nacional”. (sic)
“La verdad es que tronaron la marcha”, dice María José. Pues ¿a qué marcha habrá asistido Aristegui? ¿Por qué insistía en responsabilizar por las deserciones a un sector del propio movimiento?
Por mi parte, además, tuve oportunidad de entrevistar a una de las integrantes del contingente “Mujeres generando cambios”, quien destacó que, de 200 mujeres que integraban el contingente, únicamente 6 consiguieron llegar hasta el zócalo debido a la violencia policiaca. Así lo explicó:
“Caminábamos todas juntas como si nos conociéramos, sin saber nuestros nombres, apoyándonos, echándonos porras. En general la marcha fue una súper experiencia, yo te puedo decir que ha sido lo más emocionante que he vivido en mi vida hasta ahorita. […] Desgraciadamente, como en todo, ya sabes, siempre hay situaciones desagradables. Nos tocó cerca ya del Hemiciclo a Juarez y Bellas artes la situación ésta de que empezaron los granaderos a aventarnos gas lacrimógeno y pues la gente empezó a correr, se empezó a salir de la marcha. Eso lo estaban haciendo para que la gente se asustara y se desanimara y se saliera. Muchas corrimos, muchas nos asustamos y las que estaban en mi contingente prácticamente todas decidieron regresarse a sus casas después de eso. Del contingente que íbamos éramos más de 200 y solo 6 llegamos al zócalo. […] sí hubo tres momentos muy tensos en los que nos tuvimos que echar a correr, nos asustamos mucho y no sabíamos qué iba a pasar. Los policías parecían perros rabiosos, no sabíamos si en algún momento nos iban a tocar golpes o si algo iba a suceder. Nos tocaron los gases lacrimógenos pero gracias a dios no los respiramos, salimos corriendo…”. Acompañó su testimonio con las siguientes imágenes:
Para abonar a la cuestión de la distorsión (y difusión masiva) de los hechos, y también en consonancia con el discurso de la presidencia, está el párrafo que inserta Aristegui al pie del video en que entrevista a la feminista a la que se refiere como “mujer encapuchada”, que dice así:
“Durante una transmisión especial de la periodista Carmen Aristegui desde la marcha de este 8M en la CdMx, una mujer embozada lamentó “tanto feminicidio” y “tanta impunidad” en el país, además de que llamó a quitar al presidente Andrés Manuel López Obrador“. (negritas mías)
Escuche usted cuidadosamente, lectora, el audio a que alude esta nota al pie. Aquí se lo dejo. ¿Escucha usted a esta feminista en algún momento llamar a quitar al Cacas del poder? Porque yo no. Por más que la escucho y la vuelvo a escuchar, sólo registro que dice “Queremos quitar a AMLO del poder”. Para mí, no sé para usted, son cuestiones muy distintas: la primera arenga, la segunda se limita a enunciar. ¿Qué hay detrás de esta persistente distorsión de los hechos por parte de Carmen Aristegui?
Más aún: ¿A qué se deben las comillas que utiliza Aristegui para referirse a los feminicidios y a la impunidad reinante en México, que tan atinadamente señala la activista? ¿Pretende, a la par del gobierno, invisibilizar la crisis humanitaria de la que somos presa las mujeres en este país? ¿O no está al tanto de la misma, y pretende así deslegitimar el dicho de quien sí lo está?
Mientras tanto, en el portal Aristeguinoticias.com se hacía eco, a través de uno de sus artículos, de un video de Twitter que señala como “delincuentes encapuchadas que vandalizaban y realizaban destrozos” a feministas que estaban interviniendo la estatua de Madero en Bellas Artes, llamando, en contraste, GRAN MUJER (en mayúsculas), a una persona que, por mantener intacto un pedazo de cemento (el monumento en cuestión), no dudó en agredir físicamente a mujeres que luchan por la vida de otras. Esta escena, que podrá usted ver a continuación, de un simbolismo inmenso, ilustra el tema que estamos abordando: no solamente esta agresora arremete contra las manifestantes sin que ellas la estuvieran agrediendo: además, ni una sola de ellas la agrede en respuesta. Qué tristemente ilustra esta escena la oda al patriarcado que hace Aristegui en sus notas: no hay respuesta a las violencias que se ejercen contra los cuerpos de las mujeres, pero sí hay respuesta contra las mujeres que protestan contra esta violencia. Aunque esta mujer arroja rabiosamente pedazos de piedra a las activistas, a seres vivas (muy vivas y conscientes), esa violencia no es destacada ni condenada por Aristegui. Curioso, ¿no? En un muy simbólico y significativo contraste, las activistas, sin responder de modo alguno a la grotesca y artera agresión, se retiran y la dejan a ella en paz con su preciado pedazo de cemento.
Un aplauso para esta GRAN MUJER que contiene a delincuentes encapuchadas que vandalizaban y realizaban destrozos sobre estatua de Madero en Bellas Artes. #DiaInternacionalDeLaMujer #DiaDeLaMujer #MarchaFeminista#8M2020 pic.twitter.com/nClG7XHkCi
— Michael Oviedo (@Mike_Oviedo) March 8, 2020
En esto se traduce esta nociva patraña de las “buenas” y las “malas”: en más violencia contra luchadoras sociales.
Más allá de las inquietudes y dudas que todo esto me despierta, quiero hacer énfasis en un punto no menos importante: muchas de las mujeres entrevistadas por Aristegui durante la transmisión señalaron, una tras otra, que era su primera vez en una marcha feminista. Ana, mencionada previamente, además, aclaró: “…al final nosotras no somos personas que luchan”. En efecto. A la marcha del 8M asistió una cantidad incalculable de mujeres que, muy probablemente como Carmen, se unían por primera vez en su vida a una manifestación feminista y que, aunque muy probablemente ajenas por completo a las problemáticas y complejidades de la lucha, optaron por salir a apoyar el grito de rabia y desesperación que inició y cundió gracias a la comunidad feminista, de la cual forman parte capital las luchadoras sociales que Carmen hace eco en llamar “delincuentes encapuchadas”.
Esperaríamos un poco más de respeto por parte de Carmen hacia este movimiento social, al que ella, hasta ahora, no había prestado atención alguna. Esperaríamos que, por lo menos, consciente del enorme peso político y el nivel de influencia que tiene en gran parte del pueblo mexicano, no azuzara la violencia feminicida en nuestra contra. Mientras algunas recién llegadas como ella lanzaban sus discursos admonitorios hacia las mujeres que conformamos la lucha, en toda su riqueza y diversidad, las feministas radicales arriesgaban la integridad física, siendo blanco de todo tipo de agresiones por posicionarse del modo que les pareció más contundente frente a esta crisis humanitaria.
Y aunque a Carmen le sea tan reprobable la lógica de plasmar la rabia y la impotencia de tantos años de lucha (no sólo contra los feminicidas, sino contra las autoridades y la parte cómplice de la sociedad) en forma de pintas y objetos rotos, esta postura es legitimada y abrazada por quien ha vivido el calvario de la violencia feminicida en carne propia, como Yesenia Zamudio, madre de Marichuy, estudiante de Ingeniería Petrolera en el Instituto Politécnico Nacional (IPN), de 19 años: Marichuy fue arrojada hace ya CUATRO AÑOS desde un quinto piso por Julio Iván Ruiz Guerrero, su profesor en el IPN y Gabriel Galván, compañero de estudios de Marichuy, por haberse negado a tener relaciones sexuales con Julio Iván. Ambos feminicidas, junto con otros cómplices del feminicidio, continúan hasta la fecha LIBRES E IMPUNES, al amparo del aparato institucional, e incluso conservan sus empleos en PEMEX y en el Politécnico Nacional. Cuán dolorosamente desproporcionado resulta el silencio de Aristegui Noticias y de tantos sectores de la sociedad ante el abrigo institucional proporcionado a los feminicidas, en contraste con sus enfáticas manifestaciones de censura (las de Aristegui y demás indignades) ante la pintura rosa o roja lanzada a dichas instituciones cómplices.
Como reporta Infobae, cuando ingresó al hospital, Marichuy tenía la ropa desgarrada y ADN de otras personas en las uñas, señal de que había sido atacada e intentó defenderse. Como sucede sistemáticamente con los casos de feminicidio en México, el personal del Ministerio Público a cargo intentó proteger a los feminicidas y responsabilizar a la víctima de su propio asesinato: “Intentaron decir que mi hija era alcohólica y estaba deprimida”, declaró Yesenia, quien, además del asesinato de su hija, tuvo que enfrentar la revictimización del aparato de Estado que, a través de un aberrante montaje, muy similar al que utilizó la procuraduría de Justicia para intentar encubrir al asesino de Lesvy Rivera, intentó encubrir a los asesinos de su hija.
Así, para Yesenia, al contrario que para la periodista más renombrada de nuestro país, las lógicas que subyacen a la criminalización de las protestas feministas están muy claras:
“No es posible que cuiden más una pared que a nuestras hijas. Les debería dar vergüenza, en esta ciudad asesinan a nuestras hijas dentro y fuera de las escuelas. Van a gastar miles para reparar una pared que es nuestro periódico nacional. Estamos pidiendo auxilio, un grito desesperado de ayuda, pero las autoridades dicen al pueblo que nosotras somos las malas. Los ponen en nuestra contra. Entonces, al limpiar las paredes, lo que están haciendo es que están censurando lo que decimos, que nos están matando. Lo que les importa es que no se lea el mensaje”.
Las autoridades -y periodistas misóginas como Carmen Aristegui- dicen al pueblo que nosotras somos las malas, anadiría yo.
En ese mismo tono didáctico y paciente, Yesenia dejó bien clara su postura hacia las recién llegadas que pretenden criminalizar a quienes elegimos pintar, quemar y romper a manera de protesta por la masacre feminicida, diciéndoles lo siguiente:
“Dejen de estar lucrando con nuestro dolor. Y si me ven de negro, y soy muy radical, y si quemo, y rompo y hago un pinche despadre en esta ciudad, ¡¿cuál es su pinche problema?! ¡A mí me mataron a mi hija!. Yo soy una madre que me mataron a mi hija, soy una madre empoderada, ¡y feminista! ¡Y estoy que me carga la chingada! ¡Tengo todo el derecho a quemar y a romper! ¡No le voy a pedir permiso a nadie, porque yo estoy rompiendo por mi hija! ¡Y la que quiera romper que rompa, y la que quiera quemar que queme, y la que no, ¡QUE NO NOS ESTORBE!”. (sic)
Todo esto porque, como señaló Yesenia, las autoridades de la Ciudad de México (apoyadas en el periodismo machista) “quieren ocultar la crisis feminicida que se vive en la capital”.
Lo que se consigue, entonces, a través del periodismo machista como el de Carmen Aristegui, es azuzar el bramido de odio e indignación que ya existe entre gran parte de la sociedad, no hacia los feminicidas, sino hacia las feministas que protestan contra los feminicidas y sus cómplices. Vaya paradoja.
¿Acaso está consciente Carmen Aristegui de la finísima línea que existe entre que el Estado deje de pretender que respeta a las feministas y comience a utilizar la brutalidad policiaca para reprimirnos, hallando el aval necesario para ello en voces masivamente escuchadas, como la de esta periodista? ¿Tiene alguna noción de todos los modos en que este periodismo ignorante, irresponsable y machista resulta protector del Estado opresor, y nos pone en riesgo a tantas?
Entre la gente de lucha (de muchos años y muchas lágrimas atrás), en cambio, el grito distintivo durante la marcha del 8M fue radicalmente distinto al del privilegio y la ignorancia: el coro generalizado entre luchadoras sociales cuando una o varias de nuestras niñas héroes tenían el valor (que muchas no teníamos, aunque moríamos por hacerlo) de arremeter contra un monumento era “¡Fuimos todas! ¡Fuimos todas! ¡Fuimos todas!”, conscientes como estamos de que cada una de nosotras está ahí poniendo la rabia y el cuerpo por todas, de que permitir que se señale o se pretenda criminalizar a cualquiera de nosotras es poner en riesgo su vida, pero también abrazadas con orgullo a una de las convicciones más inquebrantables de nuestro movimiento: El que toca a una nos toca a todas. Digna rabia, la llaman las zapatistas.
Las feministas no somos delincuentes, somos luchadoras sociales, mujeres furiosas y despiertas, mujeres solidarias y conscientes que, muchas veces, por puro amor solidario a otras mujeres, por pura indignación, salimos a dar la mejor versión de nuestra digna rabia para intentar frenar una masacre que pasa sin pena ni gloria frente a los ojos de tanta gente cegada por el machismo.
“Ejercer el periodismo en México es entrar a un territorio de riesgo alto”, dice Aristegui. Poco riesgo, sin embargo, implica el ejercicio de un periodismo de élite junto a lo que implica para las feministas enfrentarse a la maquinaria feminicida todos los días, como lo comprueban los asesinatos de Isabel Cabanillas, Marisela Escobedo, y María Guadalupe Hernández Flores, entre otras…
Por eso, una vez evidenciadas las muy preocupantes –y muy machistas- coincidencias entre el discurso oficial y el de una de las mujeres con mayor peso político en el país, nos unimos a Yesenia Zamudio al pedirle a este tipo de recién llegadas:
“¡La que quiera quemar, que queme, y la que no…que no nos estorbe!” Y ya de paso, si no es mucho pedir, que deje de azuzar la violencia feminicida en nuestra contra.
Aprovecho este espacio para hacer llegar a mis hermanas de lucha, a las niñas héroes de las pintas y la rabia que deja su huella en la memoria de las calles, mi más profunda admiración y agradecimiento. No lo duden nunca, compañeras: habemos quiénes sí valoramos en todo su peso y agradecemos su intervención capital, parteaguas en esta lucha. Y por sobre todas las cosas, compañeras:
¡Que no lo dude nadie, esta batalla es por nuestra libertad! *
Eso. Hasta que la justicia se siente entre nosotras.
* Frase (irónicamente) utilizada por la propia Carmen Aristegui en su lucha de protesta contra el Estado opresor que censuró su programa en MVS en el 2015.