Birdbox indica a la audiencia cómo percibir la realidad, su discurso es el monstruo invisible que manipula para la autodestrucción.
Abre diciéndote que el mundo está en llamas y que tienes qué hacer caso de una persona violenta, que te regaña y zarandea o, de lo contrario, morirás.
Te dice que esa persona violenta es la apta para salvarte de una violencia supuestamente aún mayor: la naturaleza, el aparente gran problema del que “la tecnología nos resguarda”.
La venda es tu salvación, no te la quites o voy a lastimarte, nos grita Birdbox y nos ofrece una amplia selección de vendas: todo el catálogo de Netflix.
“¡Trump radiante en la botarga de John Malkovich!”
(De Niu York Taims)
“Bullock, en la cúspide de su carrera, logra un protagónico masculino”
(Rolin Stouns Magazin)
“Birdbox quiere sensibilizar sobre el problema que Netflix tiene con la gente obesa”
(Güashinton Post)
“Este film nos da la razón sobre la importancia de amurallar las fronteras”
(Donal Trump)
En esta ocasión quiero contarles de una película, la más adoctrinante que he visto en los últimos tiempos: Birdbox.
Lo primero que voy a decir es que la peli echa mano de recursos comunes en el cine de Hollywood, aunque de manera más burda de lo usual. Uno de ellos es el de usar indicadores o, mejor dicho, indicadores falsos más que representaciones, para construir la historia. Lo que quiero decir con esto es que la directora se ahorra el trabajo de poner en escena una situación que, por sus características, evoque la realidad y, en lugar de ello, se limita a indicar a la audiencia, de un modo u otro, que debe considerar como algo real lo que se muestra en pantalla, aunque no incorpore las características necesarias para ello.
Así, aparece en escena un río manso, en el cual una familia puede navegar con todo y mascotas mientras toma largas siestas. Sin embargo, al iniciar la película, se da a la audiencia un indicador de que, en realidad, el río es muy peligroso: un personaje que ya lo cruzó así lo menciona y le aconseja a quienes planean cruzarlo que no lleven a niñes, porque de por sí es difícil salir vive de ahí, así que con niñes sería imposible. Pese a ello, la heroína de la película (“Malorie”, interpretada por Sandra Bullock), decide no sólo llevar a sus niñes, sino también a un perro, a un gato y a tres pájaros.
Fuente: www.theplaceofwonders
Es así como, con esa simple secuencia y sin ocuparse de construir una representación realista del río peligroso o de un acto heroico, se deja establecido que el río es peligroso, y que Malorie es tremenda heroína, pues no sólo enfrenta los riesgos necesarios para salvar a sus hijes, sino también los innecesarios: se acompaña de más seres frágiles con quienes cruzar el río. Para fortalecer ambos mensajes se usan más indicadores, igualmente simplistas: unas tomas aéreas del río acompañadas de un conteo del tiempo que lleva ahí la frágil balsa de Noé comandada por Malorie (“6 horas en el río”, “14 horas en el río”, “26 horas en el río”… y así hasta que, por mera insistencia, vaya quedando claro que es una proeza lo que estás viendo: heroína protegiendo a niñes y mascotas cada peligroso momento en el río).
La balsa, sin embargo, se mueve apaciblemente, todes se ven muy tranquiles allí y, cuando llega a voltearse en los rápidos, Malorie y les niñes salen pronto del río con todo y venda y sin siquiera un raspón… sí mueren dos mascotas, pero hasta ahí el realismo porque ¡hasta los pájaros sobreviven! Creo, incluso, que apenas se mojaron. A esas alturas, no obstante, es probable que los indicadores ya hayan surtido efecto y, frente al disparate que se está mostrando, lo que se vea es a una mujer heroica sobreviviendo con su familia a un río peligroso.
Fuente: Reddit
Es como la fábula del rey desnudo: el rey sale en cueros a mostrarse ante el pueblo, habiéndoseles indicado previamente tanto al rey como al pueblo que, en realidad, el rey estaba portando una capa que sólo la gente inteligente podía ver, de modo que al salir el rey desnudo de su palacio -convencido de estar vestido- se encuentra con un pueblo por entero inteligente que lo acoge amablemente y alaba la belleza de la capa que porta.
Moraleja: el miedo al juicio surte efecto.
Bajo esa premisa ha funcionado el sistema escolar en muchas partes del mundo, lo cual ha preparado el abono con el cual Hollywood y Netflix han visto florecer sus productos.
En la escuela tradicional nos enseñaron a memorizar, a no cuestionar, y lo hicieron a través del miedo. Cuestionar en el aula lo que te daban a memorizar, la doctrina que te hacían incorporar, implicaba “ser tonta”, “ser burro”: no ser lo bastante inteligente para ver la capa del rey. Y nadie quiere sufrir esa denostación social.
Me parece que así aprendimos dócilmente a llamar “Conquista” a la invasión de tierras prehispánicas, por ejemplo. Y que así aprendimos a guiarnos en sociedad por lo que se nos indica como verdadero, más que por lo que se evidencia como tal, llegando Hollywood y ahora Netflix a afianzarnos en esa dirección (tan promisoria a los intereses del poder hegemónico). Esto, por supuesto, sin quitar mérito a los medios de comunicación y a otras instancias del sistema que colaboran codo a codo con la escuela –en muchos casos aún con mayor protagonismo- para lograr tales resultados.
Con esa confianza, Birdbox nos indica que hay “gente heroica” en donde muestra gente violenta, que la xenofobia es “prudencia” y que el amor y la preocupación se expresan con gritos y sombrerazos. La escena más graciosa, y al tiempo más representativa en este sentido, es aquélla en la que, ya en pleno Apocalipsis, Malorie y su familia entran a una casa deshabitada, donde Malorie encuentra una cajita de Poptarts y, con rostro emocionado y enternecido, saca una y se la da a comer a su hija, diciéndole: “A esto sabe una fresa” (“this is what strawberry tastes like”).
La niña nació en el Apocalipsis, por ende, no sabe nada del mundo como lo conocemos, y, naturalmente, cree en su mamá cuando le dice que ese menjurge hecho de azúcar y saborizantes sintéticos realmente emula al sabor de una fresa: nada más lejos de la realidad. Me parece que esta escena puede ser una perfecta metáfora de la apuesta de Netflix por una audiencia dócil y pronta a aceptar cualquier planteamiento carente de sustento y aún de lógica, siempre y cuando provenga de las instancias legitimadas y en el formato correcto. La instancia es el cine masivo gringo que, aunque carezca de arte, tiene mucho buen nombre y fama, y el formato lo da la narrativa de Birdbox que, pese a ser una peli de ficción, tiene un tono “serio” (por ejemplo, no está el típico monstruo “chafa” sino uno invisible, ad hoc para “mentes adultas”), así como intérpretes también “serios” (nuevamente: famosos) como Bullock y Malkovich.
Pues bien, a juzgar por los hechos, la apuesta de Netflix resultó acertada: no sólo Birdbox fue la peli más vista de todas las hasta entonces producidas, sino que impactó tanto a la audiencia que dio lugar a un curioso fenómeno en el sector estadounidense, especialmente entre los hombres: se fijaron el reto de hacer una o más de sus actividades cotidianas con venda en los ojos. En una foto se mostró, incluso, a un hombre caminando con una niña y un niño agarradxs a su mano: lxs tres vendadxs.
Ante eso, Netflix salió al paso y a través de “Niña” y “Niño” (o sea, les hijes de Malorie, quien, cual dura heroína, no quiso bautizarlos pa’ no encariñarse tanto, por si les perdía en el Apocalipsis), lanzó un urgente comunicado a su dócil audiencia, pidiéndole que no hiciera esas cosas porque eran peligrosas y se podían lastimar. Leíste bien: dos niñes ficticios usados como voceros ante una audiencia en su mayoría adulta (al menos a nivel fisiológico) para dar el típico mensaje que la gente adulta da a las criaturas imprudentes, “no hagas eso porque te puedes lastimar”. Así las cosas en el mundo.
Por otra parte, Birdbox resulta ser una apología de la dominación masculina.
Salvo su cuerpo, nombre y embarazo, todo en Malorie, la heroína de la película, es de una masculinidad tradicional: reprime emociones, impone su autoridad -con violencia-, es ante todo pragmática y, dicho por ella, “se crió con lobos”, aludiendo a que es muy dura.
No estoy diciendo que las mujeres no podamos o no debamos tener esas características porque, como bien sabemos, solemos incorporar más de una, aunque desde una visión sexista se insista en representarnos falsamente como dulces princesas y se nos presione a actuar como tales. Por el contrario, lo que estoy diciendo es que es igualmente sexista asociar al heroísmo sólo con lo masculino (con lo identificado culturalmente como tal) aún si quien incorpora ese heroísmo es una mujer. Usar características predominantemente “masculinas” para representar tanto a héroes como a heroínas es tan sexista como representar a las mujeres como princesas. Es, entonces, como si la capacidad de escucha y comunicación, la paciencia, la sensibilidad, la procuración de cuidados, la comprensión, la capacidad de intermediación y la empatía, todas éstas características tradicionalmente asociadas con lo femenino -y que, por ende, la cultura ha dado en inculcar a las mujeres- no sirvieran para salvar al mundo. Tan pareciera ser ése el mensaje de la película, que las tres mujeres que se muestran compartiendo refugio con Malorie y los hombres, son prácticamente invisibilizadas (como la anciana, cuyo nombre no recuerdo porque apenas se menciona) o sobajadas (como Olympia o la mujer policía), y dado que la mayoría de ellas sí exhibe rasgos tradicionales de feminidad, con ellas es lo femenino lo que se denuesta en su utilidad para salvar a la humanidad. Y yo no sé qué podría salvarnos de la devastación que ya enfrentamos, pero sí sé que ese “heroísmo=masculino”, ese énfasis en “lo masculino” como “lo que más vale y sirve para subsistir”, lejos de lo que plantea Birdbox, es lo que está terminando con la vida en el planeta: no sólo con la humana.
De este modo, lo que Birdbox nos dice a través de Malorie, no es que las mujeres también podemos ser heroicas, lo cual sería un justo reconocimiento a nuestra capacidad de salvar al mundo en nuestros propios términos y, en todo caso, un reconocimiento a “lo femenino” como heroico, ya sea que esté incorporado en mujeres o en hombres. El mensaje que, en realidad, transmite Birdbox es que las mujeres podemos ser heroicas si y sólo si actuamos como (tienden a hacerlo) los hombres: el heroísmo de Malorie se erige aplastando a lo femenino. Ilustra bien esta idea la escena donde, deliberadamente, Malorie corta cartucho de un arma mirando fijo a los ojos al macho patán de la peli (John Malkovich) para validarse frente a él, mostrándose como una igual (“soy tan macho como tú” parece decirle), con lo cual se gana su respeto. En toda la película permea, de esta forma, la noción cultural machista –y del todo contraria a la realidad- de que la dureza, la violencia y el pragmatismo son lo que permite a la humanidad permanecer viva. Como buen complemento, está la promoción que a lo largo y ancho se hace de la cultura armamentista (como suele pasar en el género de acción/terror hollywoodense).
Otras joyas de Birdbox son la gordofobia que lleva implícita, su promoción del abuso físico y emocional como signo de amor familiar y receta para “forjar el carácter” y, ante todo, un discurso antiinmigrante y xenofóbico que deja muy bien parado a Trump… pero de eso y más les compartiré en mi próximo texto, pues hay mucho qué contar.