Armaunchangarro y SinFondos: ¡Échale-Ganas!

 

¿Cuál es el colmo de un preso?

Que le robe quien lo tiene encarcelado.

 

En este mes de la patria es bueno conmemorar las iniciativas de nuestr@s representantes en su (in)digno servicio a la nación. Por eso les traemos el relato que alguien nos compartió sobre una amiga suya a la que llamaremos Saraí Arenas, quien fue testigo, en algún punto de la década pasada, de una oscura treta burocrática para engañar a gente vulnerable.

No hay evidencias qué ofrecerles, pero en Munia Curvitain nos pareció muy coherente la narración de los hechos. Ustedes, queridas lectoras, decidirán qué credibilidad otorgarle y qué hacer con lo que leen.

La historia dice así…

Como pasante en una entidad de gobierno de la CDMX, Saraí vivió una experiencia que le abrió los ojos a la perversidad con que operan ciertas oficinas institucionales.

Saraí no dio en esta historia nombres reales, pero sí realistas. A la institución de gobierno le llamó “SinFondos” porque, según contó, es una institución de crédito popular que no ofrece fondos $$ que signifiquen un apoyo real para la gente, pese a que ésa dice ser su misión.

Es así que, como pasante en SinFondos, a Saraí se le pidió auxiliar en un proyecto dirigido a hombres privados de su libertad.  El proyecto se llamaba “Échale-Ganas” y la meta era capacitarlos para iniciar “un negocio” en cuanto obtuvieran su libertad, momento en el cual SinFondos entregaría a cada participante un microcrédito de unos pocosmiles (bien pinchis) de pesos para tal fin. Arenas señaló, sin embargo, que ese dinero de ningún modo alcanzaría ni pa’l más humilde changarro.

Primera decepción de Saraí: ¿por qué implementar un proyecto que, es sabido, no va a cumplir lo que promete? Parece que, al final, ella misma se dio la respuesta.

Según Arenas, Échale-Ganas contó con fondos del gobierno federal, al ser uno de los proyectos económicos ganadores entre los distintos que presentaron asociaciones civiles en un concurso: ¡Acti-Bisne del bueno!   Ay, quise decir “Activismo” del bueno.

La ONG con la que se asoció SinFondos para concursar podría llamarse “Armaunchangarro” y juntos obtuvieron ni más ni menos que ¡6 millones de pesos! para la implementación de Échale-Ganas.

A partir de aquí, nuestra contacta nos hizo favor de reproducir, más o menos, su conversación con Saraí Arenas:

Saraí:

A Armaunchangarro se le depositaron los fondos para Échale-Ganas, pues SinFondos no los podía recibir por ser parte del gobierno local. El papel de SinFondos era informar a los participantes sobre los microcréditos que contemplaba el proyecto y dárselos al terminar su sentencia, así como gestionar en los Reclusorios los permisos para desarrollar las sesiones de “capacitación en negocios” que Armaunchangarro impartiría.

Primer problema que vi: personal de SinFondos fue asignado a labores que le correspondía hacer a Armaunchangarro, tales como la elaboración de informes preeliminares y demás documentación. O sea, ¡le estábamos haciendo parte de su chamba! El gobierno, lejos de asegurarse de que Armaunchangarro hiciera su parte empleando los fondos que le fueron asignados, estaba absorbiendo gratis obligaciones de ésta ONG. ¿Por qué? ¿Nomás por buena onda? Ya desde ahí empezó a darme mala espina, amiga.

Contacta:

Ésa es una ilegalidad grave, Saraí: ¡se desviaron recursos públicos para beneficiar a Armaunchangarro!

Saraí:

Así es. Con eso Armaunchangarro conservó intacto el dinero que correspondía a esas labores y que indebidamente absorbió SinFondos.

Contacta:

Coincido contigo: ya desde ahí empieza a oler muy mal. Pero, ¿qué más viste?

Saraí:

Mira, resumiendo, puedo decir que Échale-Ganas fue un proyecto para robarle a los presos.

Irónico, ¿no? Por supuesto, también le robaron a la ciudadanía.

A los presos, su energía, su tiempo y su esperanza.

A la ciudadanía, sus impuestos.

Te voy a exponer las fechorías por viñetas, para no marearte:

– Armaunchangarro cobraba por cada individuo al que capacitaba, por lo que, con tal de generar la máxima ganancia, se dedicaron a reclutar a diestra y siniestra, sin importar que muchos no eran candidatos viables por no estar próximos a terminar su sentencia (estando presos no podían obtener el crédito). Pero hicieron otra cosa también muuy chueca. Deja te explico: en sus funciones normales, fuera del proyecto Échale-Ganas, SinFondos se dedica a dar microcréditos (préstamos muy pequeñitos, como la palabra lo indica) a grupos de 3 a 5 personas, es decir, no a individuos solos. Esto es para que la responsabilidad del pago se reparta entre el grupo: si alguien no cumple, las demás personas pagan su parte. SinFondos le pide a Una Sola persona del grupo tomar una única charla de dos horas sobre finanzas básicas. Hecho esto, otorga el crédito al grupo y listo.

Por el contrario y de manera injustificada, en Échale-Ganas todo fue más difícil y engañoso. En primer lugar, Armaunchangarro indicó que cualquier número de personas podía integrar el grupo de crédito junto con el hombre que estaba privado de su libertad. Además, indicó que no sólo el interno sino TODAS las personas del grupo tenían que recibir la capacitación, la cual no era de dos horas ¡sino de 12 sesiones de aproximadamente 3 horas cada una! Las sesiones a los internos se darían en los reclusorios y para la gente en libertad se impartirían en distintas oficinas de gobierno.

Lo peor de esto es que para enganchar gente, Armaunchangarro optó por mentir: dijeron que cada integrante del grupo podría diseñar un negocio individual para recibir créditos independientes cada quien. Así lograron que los internos convencieran a su gente (familiares, amistades) de integrar el grupo con ellos e inscribirse en el proyecto. Lo mejor para Armaunchangarro fue que así cobraron la capacitación no sólo de cada interno inscrito ¡sino también de cada una de las personas que integraron con él un grupo!

Ya casi al terminar el proyecto, informaron que “había habido modificaciones” y que a) sólo se admitirían 4 integrantes por grupo, y b) que sólo recibiría crédito el negocio diseñado por el hombre privado de la libertad y ya no cada uno de los negocios diseñados por cada integrante del grupo. Ah, pero eso sí: Armaunchangarro ya había registrado para cobro la capacitación que dio a cada una de esas personas a las que con engaños convenció de participar y que luego dejó fuera de la jugada. Cobró por robarles su tiempo y confianza.

– El programa de capacitación en Échale-Ganas constaba de 12 sesiones, de cuya impartición en los reclusorios no hubo testigos, pues los dos capacitadores de Armaunchangarro estuvieron en cada sesión a solas con los internos, salvo por las 2 últimas sesiones, a las que asistimos dos pasantes. Valga aclarar que ésto fue imprevisto: hubo un evento institucional al que no fuimos convocadas y para no quedarnos esos días sin hacer nada, nos ofrecimos a ir al reclusorio por si se ofrecía apoyo. Los de Armaunchangarro se veían incómodos con nuestra sorpresiva presencia.

– Los capacitadores llegaron muy tarde a esas 2 sesiones a las que fuimos y pa’ colmo, su exposición era simplona en contenido, monótona y carecía de apoyo visual. Ni siquiera llevaban computadora para presentar diapositivas. ¡Eso es fatal para un público que vive encerrado y que lidia cotidianamente con la ansiedad! Poner atención a una plática que, además, es aburrida, es mucho pedirles.

– En la última sesión del programa, Armaunchangarro entregó a los reos un Examen que, en realidad, les correspondía a los funcionarios de SinFondos aplicar, pues el examen era para valorar si Armaunchangarro había cumplido las metas de aprendizaje marcadas: si les había enseñado bien a los participantes, pues.

¡Así como lo oyes, amiga! Ese examen, diseñado para evaluar qué tan bien Armaunchangarro había hecho su trabajo, ¡lo aplicó el propio Armaunchangarro! Sobra decirte que se la pasaron soplándole las respuestas a los internos para garantizar buenas calificaciones. Yo nomás los veía cómo se acercaban a cada rato a “aclararles dudas” durante el examen, pero, más bien, les daban las respuestas y los participantes se las pasaban entre sí.

– PEOR AÚN: para nuestra sorpresa, lo que se preguntaba en el examen era lo que Armaunchangarro expuso en tan sólo esas 2 últimas sesiones que las pasantes pudimos presenciar. Entonces, ¿qué diablos enseñaron en las 10 sesiones anteriores si ya todo estaba contemplado en las dos últimas?, ¿siquiera enseñaron algo o se dedicaron a repetir lo mismo o de plano a perder el tiempo? No se sabe porque, más allá de simples listas de asistencia -que sólo comprueban que alguien asistió, pero no prueban qué enseñanza recibió- los de Armaunchangarro No Presentaron Evidencia De Las Sesiones Que Impartieron en los Reclusorios, un deber más que no cumplieron. Es probable que el gobierno haya inventado esa evidencia después.

Lo cierto es que, por lo que notamos el día del examen, los internos no aprendieron nada y prácticamente Armaunchangarro contestó el examen por ellos.

– Ya casi por último, quiero contarte de lo traumático que fue el servicio de cafetería que dió Armaunchangarro ¡hasta tomé notas pa’ desahogarme! Te las comparto:

Muerdo un pan por mera supervivencia. Lo trajo en una caja de cartón “Queco”, el asistente de “Armaunchangarro”. Cada quien metía la mano hasta el fondo para agarrar una pieza. Dicen que es mejor comer cualquier cosa que no comer nada, pero al sentir esa cosa horrible en mi boca me pregunté qué tan válida era esa afirmación. Pude ver cómo ese pan reflejaba el Nulo Respeto que los de Armaunchangarro sentían por esos hombres a los que les daban la capacitación. Poco después me percaté que Armaunchangarro ni siquiera había comprado el pan sino que lo obtuvo gratis del “Rancho”, como se conoce a la panadería del reclusorio, en donde los propios internos elaboran el pan bajo precarias condiciones de higiene y con los ingredientes de pésima calidad que proporciona el reclusorio ¡Otro gasto que Armaunchangarro se ahorraba, embolsándose el dinero asignado para esa inversión!

Me vi empujada a una segunda prueba de supervivencia: pasarme el correoso pan con el “café especial de Queco”, del que el capacitador en turno proclamó que era “una delicia”. De tanto que lo dijo casi me la creo hasta que lo probé y me di cuenta de que era un lodo tibio hiperazucarado. Repugnante. Ésa fue la única inversión que hizo Armaunchangarro en todo el programa de capacitación.

– Durante ese ataque a mi paladar y a mi cuerpo, escuché al capacitador decir lo que ya había dicho a los participantes en la sesión anterior sobre cómo hacer negocio: “No vendes un producto, vendes una idea”. Y, si te fijas, amiga, en cierto sentido, predicaban con el ejemplo, sólo que Armaunchangarro vendía una idea sin producto.

Pura promesa hueca fue eso de que capacitarían adecuadamente a los participantes y muy de risa fue el financiamiento que SinFondos les dio: de los pocos que salieron libres a tiempo para obtener su crédito, uno, que platicó extraoficialmente con una funcionaria, contó que para darle sostén a él en el negocito que inició con el microcrédito, su familia entera tenía qué apoyarlo con labores gratuitas, viéndose obligad@s a quitar la mitad del tiempo a su trabajo como ambulantes, que era el que les daba para comer. Su mamá, de plano, había tenido qué abandonar su propio negocito para apoyarlo a él. Toneladas de trabajo familiar: mano de obra gratuita y triples jornadas laborales para compensar el minúsculo préstamo de SinFondos. De otra forma no se logra.

– Ya terminado el proyecto Échale-Ganas, se le pidió a Armaunchangarro que entregara, como parte de la evidencia, el Programa de Capacitación conforme al cual desarrolló las sesiones. Pues, ¿qué crees? Que la organización no tenía un Programa qué entregar. Así de cínico el asunto: dieron una capacitación sin contar con un programa de capacitación ¡Magia pura! Pues ya en la urgencia, SinFondos les pidió que fabricaran uno rápido para poder integrarlo al expediente antes de la auditoría que realizaría la Administración entrante (iba a haber cambio de gobierno).

Supe que las y los funcionarios involucrados tenían planeado inventar ell@s el dichoso Programa de Capacitación en caso de que Armaunchangarro no se los entregara a tiempo, como seguramente hicieron con tantos otros aspectos de un proyecto tan chueco.

Saraí Arenas finalizó el relato a su amiga diciéndole:

“Lo que más me intriga es ¿qué hicieron con los 6 millones de pesos asignados a Échale-Ganas? Porque una cosa es segura: ¡en el proyecto no se usaron! Salvo por el pésimo café de Queco, que a lo mucho habrá costado 20 pesos.”

En Munia Curvitain compartimos, con el mismo horror e indignación, las dudas y certezas de Saraí Arenas. Y usted, querida lectora, ¿qué piensa?

Espero que este relato les ayude a ejercitar el pensamiento crítico frente al desempeño de nuestros burócratas y representantes en todas las esferas de gobierno.  

¡Y que viva México!

 

 

 

 

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