Activismo-conocimiento como resistencia ante un gobierno de muerte

En estos días me escapé al Museo Sitio de Memoria ESMA, sin duda es un lugar del que salí conmovida, nerviosa, incluso con miedo. ¿Cómo pueden suceder tantos abusos en medio de la vida “cotidiana”? Una pared, un patio, unas rejas eran lo único que separaba a las y los torturados de la vida: afuera se escuchaban los aviones, el tren, las y los alumnos que salían de la escuela, según mencionan los testimonios.

En el museo están expuestos varios documentos oficiales que nos describen toda una estrategia Estatal para institucionalizar el miedo, para degradar a las personas hasta hacerlas nada. Podemos ver convenios, oficios dando indicaciones de qué hacer, nombres de responsables. Imposible no sentir horror al leerlos, al ver sus rostros, saber quiénes fueron, pero también cierta certeza y hasta un poquito de sanación, pero sólo un poquito. En uno de los videos se menciona: el terror se basa en la incomunicación.

Yo trabajo el derecho a la información pública gubernamental, lo trabajé más a fondo cuando estuve en una organización civil e hicimos investigación de cómo el Estado mexicano implementaba en su política pública la Convención CEDAW. En esa época, México contaba con 140 recomendaciones internacionales sobre derechos de las mujeres dictadas por diversos mecanismos de derechos humanos, acumuladas entre 2000 y 2006, de las cuales 73 correspondían a feminicidios en ciudad Juárez, Chihuahua.

La incomunicación que nos causa terror, en este caso, tiene que ver con no saber qué hacen las autoridades mexicanas con cada caso de feminicidio en el país. En una ocasión, sin embargo, viví en carne propia lo que sí hacen para que no preguntemos.

Tuve en la puerta de mi casa a dos oficiales de la Procuraduría General de la República, armados, entregándole a mi mamá un oficio sobre la inexistencia de información pública respecto a las acciones que llevaba a cabo para atender los casos de feminicidio. No sé cómo obtuvieron mi dirección personal.

Esa visita fue seguida de llamadas telefónicas a mi casa, en que le decían a mi mamá que me dijera que dejará de hacer lo que hacía o me iba a pasar lo mismo. Se referían a las solicitudes de información pública sobre feminicidio en Juárez. Desde entonces, el teléfono de mi casa no se contesta más.

También recibí la visita, en la organización civil donde laboraba, de un oficial de la Procuraduría de Justicia de Chihuahua: me llevó folletos informativos sobre violencia de género que el Instituto de las Mujeres del estado de Chihuahua había mal elaborado y, entre otras muchas cosas que conversamos, me advirtió que si sacaba una nota informativa más sobre el trabajo de esa institución, la Procuradora en turno se lo iba a tomar muy personal.

En aquel entonces no había (y sigue sin haber) un mecanismo de protección a defensoras de derechos humanos, y con esto me refiero a un mecanismo confiable, porque la institución existe. A lo anterior hay que sumar que la Fiscal para la atención de feminicidios en el país me dijo personalmente que no me daría información porque yo ponía en riesgo su vida y la de su personal, que eran “secuestrables”, por tener buenos salarios.

Lo que yo pasé no fue nada comparado con lo que viven las familiares de las mujeres asesinadas, como Norma Andrade y su hija Malú Andrade, que no sé cuántos atentados y cambios de vivienda han acumulado desde que comenzaron a exigir justicia para Lilia Alejandra, la hija asesinada de Norma, o el asesinato de Marisela Escobedo Ortiz, que se hizo activista a raíz del asesinato de su hija Rubí.

Yo estudio el derecho a la información pública gubernamental sobre feminicidio ¿es válido que retome la experiencia de Araceli Osorio, mamá de Lesvy Berlín, quien fue asesinada por su pareja en las instalaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México? ¿es válido que retome su experiencia para criticar la construcción androcéntrica, sexista, neutral y universalizante del derecho a la información? Su testimonio me dice que sí, que es necesario, que es indispensable:

Esos abogados (la defensa de oficio de Jorge Luis González Hernández, asesino de Lesvy) conocían perfectamente la carpeta de investigación, antes que nosotros, la habían estudiado y reestudiado, conocían los videos, sabían los momentos exactos (…). Un comentario de un médico forense que dice (…): lo más grave de esto es que (…) la persona que cometió este asesinato (…) no va a ser investigado, no va a ser procesado y no va a ser juzgado con perspectiva de género (…); saben que esa persona va a quedar libre, ni siquiera va a tener que acudir a un juicio a defenderse porque el Estado lo defiende, porque las instituciones lo están defendiendo (…). Y entonces nosotros decimos: pues no, nosotros vamos a seguir, nosotros vamos a hacer investigación (…). (Araceli Osorio, mamá de Lesvy Berlín Rivera Osorio).

De acuerdo con Sandra Harding (1987), la investigación feminista define su problemática desde la perspectiva de las experiencias de las mujeres y emplea estas experiencias como un indicador significativo de la “realidad” contra la cual se deben contrastar las hipótesis. Estas experiencias, según Patricia Castañeda (2008), nos hablan de la vivencia de la desigualdad en los cuerpos y vidas de las mujeres, las cuales conforman experiencias vitales significadas por el poder. ¿Puedo construir una metodología de investigación partiendo de la experiencia de las mujeres de mi vida cotidiana para criticar y construir al Estado, a la ciudadanía y al derecho? Soledad Deza (2014) dice que hay que pensarnos como actoras y traductoras del derecho y tomar el papel de lúcidas decodificadoras y eso, según mi perspectiva, implica hacer activismo e investigación. “No podemos separar el trabajo manual del intelectual” se dice en un texto de Natalia Fischetti (2016, p. 28).

Estoy escribiendo, deliberada y explícitamente, desde mi experiencia vital, desde mi historia personal, desde mi voz, porque al menos ya he comprendido que ésta es la mejor manera que tengo de decir algo que me comprometa como mujer de un modo más general, que aporte alguna frase genuina, que pueda conmover aunque sea un poco tantas ideas grabadas a fuego por un modelo capitalista, patriarcal y excluyente. Esto implica quizá dejar de sentir vergüenza y dejar a un lado las imposturas académicas impuestas por estándares masculinos que reproducimos las mujeres para formar parte como «iguales» de un mundo agónico (Natalia Fischetti y Mariana Alvarado, 2015, p. 169).

Para Boaventura de Sousa Santos, los saberes del pensamiento crítico de tal epistemología requieren, a diferencia de las construcciones teóricas críticas eurocéntricas, ir acompañando por detrás a los movimientos de transformación social (Fischetti y Alvarado, 2015, p. 172).

Me hice activista para exigir verdad y justicia por los feminicidios en mi país, y eso me implicó interpelar al Estado, exigir al Estado, no sin enfrentar los dilemas de los que habla Adriana María Valobra (2015). Soy “la cándida y la anarquista” (p. 52) pero soy ambas porque el Estado existe y me afecta, nos impacta aunque no queramos, porque opera desde la estructura patriarcal que usa todos sus recursos, y como Adriana Valobra (2015, p. 52) hasta ahora declaro mi incapacidad para concebir una forma política en la que el Estado no exista.

El discurso del derecho es el discurso del Estado (…). Para mí, la acción debe ser anfibia: con una mano trabajar sí en el campo estatal, pero sin colocar las fichas ni todos los esfuerzos, porque el Estado hasta ahora ha sido incapaz de probar que puede proteger a las personas (…). Yo creo que la lucha es en todos los campos, inclusive en el Estado, pero no exclusivamente en él (Rita Segato, 2014).

Rita Segato (2014) también invita a reconstruir el tejido social, a hacer comunidad ¿acaso se podrá hacer comunidad a partir de tejer las experiencias de las mujeres que clamamos verdad y justicia para las mujeres asesinadas y partir de allí para criticar y construir Estado, ciudadanía y derecho? ¿Estaré poniendo todas mis fichas allí? Por ahora lo que sientopienso es que son esas las herramientas con las cuento para cambiar nuestro mundo, pero adoptaré las críticas del feminismo autónomo como ángel a mi derecha que me advierte de los riesgos que implica caminar ese camino. Quiero concluir con la palabras que Aracely Osorio nos dirigió a las mujeres que la acompañamos en un foro de denuncia en una universidad:

Ustedes tienen un compromiso muy grande (…) con ustedes. Ustedes tienen que vivir por Lesvy, por nosotros. Ustedes tienen que vivir sin miedo, tienen que salir, tienen que venir a su universidad, tienen que prepararse, tienen que dar vida si así lo desean. Ustedes tienen un compromiso con la vida ante este gobierno de muerte, ante esta sociedad que de pronto vemos apática, ante estos asesinos que piensan que la justicia no los va a tocar porque así ha sido siempre (…)

Araceli Osorio, mamá de Lesvy Berlín Rivera Osorio.

Imagen: Revistacrisis.com

Fuentes

 

Blazquez Graf, Norma. (2012). Epistemología feminista: temas centrales. En Norma Blazquez Graf, Fátima Flores Palacios y Maribel Ríos Everardo (Ed.), Investigación feminista. Epistemología, metodología y representaciones sociales, p. 21-38. México: Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades [CEIICH].

Castañeda Salgado, Martha Patricia. (2008). Metodología de la investigación feminista. México: CEIICH.

Deza, Soledad. (2014) ¿Podemos las feministas pensarnos como actoras y traductoras del derecho? Comunicar igualdad. Argentina. Disponible en http://www.comunicarigualdad.com.ar/podemos-las-feministas-pensarnos-como-actoras-y-traductoras-del-derecho/

Fischetti, Natalia y Mariana Alvarado. (2015). Inscripciones feministas. Notas críticas sobre la (re) producción del conocimiento. Revista Venezolana de Estudios de la mujer, 20(45), p. 165-184.

Fischetti, Natalia. (2017). Al ritmo del tambor: una entrada a la epistemología feminista latinoamericana. Revista de Filosofía Iberoamericana, 12(1), p. 19-33.

Harding, Sandra. (1987). Is There a Feminist Method? En Harding, Sandra (Ed.), Feminism and Methodology. Bloomington: Indiana University Press.

Palabras de Araceli Osorio, mamá de Lesvy. (09 de noviembre de 2017). Violencia de género en las instituciones de educación superior: reflexiones en torno al caso de Lesvy Berlín Osorio. Organizado por Feministas con voz de maíz y El Colegio de México.

Segato, Rita (2014). En el cuerpo de la mujer se realiza una pedagogía de la crueldad. InfojusNoticias. Disponible en http://www.infojusnoticias.gov.ar/entrevistas/en-el-cuerpo-de-la-mujer-se-realiza-una-pedagogia-de-lacrueldad-85.html

Valobra, Adriana. (2015). El Estado y las mujeres, concepciones en clave feminista. Estudios Sociales del Estado, 1(2), p. 32-57.

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